Las infecciones de transmisión sexual (ITS)
Introducción
Las infecciones de transmisión sexual (ITS) son un grupo de patologías infecciosas que se pueden adquirir si se mantienen relaciones sexuales con alguien que las padece. En general se transmiten durante el coito, pero también pueden propagarse a través de otro tipo de relaciones. El contagio se produce cuando dos personas ponen en contacto una membrana mucosa infectada con otra sana. También puede llegar si alguna herida en la piel del receptor toma contacto con la membrana mucosa infectada.
Las principales vías de transmisión son las mucosas de la boca, los órganos genitales y el ano, debido a que sus tejidos cuentan con las condiciones ideales, de humedad y calor, para que la infección se desarrolle y se transfiera.
El riesgo de contraer una de estas infecciones aumenta si no se utiliza un método de prevención. En la actualidad, el preservativo es el único anticonceptivo que las previene, por lo que si no se conoce la historia sexual de la persona con la que se mantienen relaciones, la ausencia de riesgo de contagio, siempre que haya un contacto vaginal, anal u oral, pasa de forma ineludible por el uso del condón.
A diferencia de otras infecciones, las ITS, una vez padecidas, no generan inmunidad y además no se cuenta con vacunas con las que hacerles frente, por lo que la misma infección de transmisión sexual puede afectar de manera repetida a un paciente.
Algunas pueden ocasionar lesiones graves y permanentes, como ceguera, esterilidad o trastornos psicológicos. Es, por tanto, importante conocerlas a fin de poder detectar su presencia lo más pronto posible y tratarlas con precocidad. Según recientes encuestas realizadas en varios países, la incidencia de las ITS es más alta entre las mujeres menores de 20 años. En general, los varones y las mujeres adolescentes corren mayor riesgo de contraerlas y ello se explica por la presencia tanto de factores biológicos (inmadurez del tracto genital femenino y mayor delgadez de su mucosa vaginal), como de conducta (mayor número de parejas distintas en esas edades, falta de conocimiento sobre la infección por VIH-SIDA y otras ITS o escasa utilización de medidas preventivas). La edad de riesgo varía según las distintas sociedades. La poca información sexual y el desconocimiento de sus síntomas, que a menudo son difíciles de detectar, hacen que estas infecciones se propaguen con facilidad. A esto se suma que en ocasiones los síntomas se ocultan, por vergüenza y por miedo a ser considerados obscenos y de conducta reprobable.
En cuanto a cifras, la OMS estima que, a nivel mundial, en 1999 se han producido en hombres y mujeres de 15 a 49 años 340 millones de nuevos casos de cuatro tipos de ITS curables: sífilis, clamidiasis, gonorrea y tricomoniasis
En España no hay estadísticas sobre el número de afectados por ITS. Los datos que se conocen se obtienen por la obligación de los médicos a declarar las cifras de algunas de estas infecciones. La Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica informa de que en el año 2003 se notificaron 1.069 casos de infección gonocócica y 917 de sífilis (lo que supone unas tasas por 100.000 habitantes de 2,55 para la gonococia y 2,19 para la sífilis). En el análisis de los datos en el periodo 1995-2003 se observó un marcado descenso en la incidencia de infección gonocócica (-78%) y de sífilis (-15%). Sin embargo, se advierte un incremento reciente en la incidencia de ambas infecciones que frena la tendencia descendente que se venía observando desde el año 1995. Pero existe una fundada sospecha de que la incidencia de ITS en España es mucho más elevada de lo que estos datos muestran. La infección más común es la debida al Virus del Papiloma Humano, muy relacionado con el cáncer de cuello de útero, la segunda neoplasia maligna que más muertes causa entre las mujeres a nivel mundial. Entre las ETS producidas por bacterias, la que tiene una incidencia más alta es la infección por Clamidia.
Los microorganismos causantes de las ITS pueden ser bacterias, virus, hongos o parásitos. Algunas ITS no muestran signos ni síntomas y si lo hacen son poco claros, por lo que se pueden confundir con otras afecciones; lo que dificulta el diagnóstico y retrasa el tratamiento, con lo que se facilita su diseminación.