Las infecciones de transmisión sexual (ITS)
Cómo evitar las ITS
La aparición del VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) ha puesto de actualidad un tema que parecía olvidado, el de las llamadas infecciones de transmisión sexual o ITS. Entre éstas se cuenta el SIDA, cuya irrupción ha generado gran inquietud social y numerosos estigmas sobre algunas prácticas sexuales.
Cada acto sexual lleva implícito el riesgo de contraer una ITS o un embarazo no deseado. En la actualidad disponemos de numerosos métodos de prevención y protección para que las prácticas sexuales no supongan un riesgo innecesario tanto en uno como en otro sentido. Es obvio que el riesgo de contraer cualquier tipo de ITS crece si se mantienen frecuentes relaciones con personas distintas.
Las cuestiones que en algún momento cualquiera se plantea son: ¿puedo tener una ITS? ¿la persona con la que he empezado a salir tendrá alguna de estas infecciones? ¿si mantengo relaciones sexuales, podré contagiar o me podrán contagiar alguna enfermedad? ¿cómo puedo sospechar que tengo alguna ITS o que mi pareja la tiene?
Es necesario saber que a menudo estas infecciones, al menos en sus primeros estadios, no muestran signos ni síntomas y si lo hacen suelen ser similares a otras no tan graves, por lo que ni siquiera el médico especialista podría detectarlas sin contar con el apoyo de los modernos métodos diagnósticos de los que disponemos.
Un primer factor a considerar a la hora de sospechar una posible ITS propia o de nuestra pareja es la anterior vida sexual. Si nosotros mismos, o la persona con la cual se empieza a salir, hemos cambiado mucho de pareja o tenido una vida sexual muy cambiante y prolífica, debemos reconocer que las posibilidades de tener o haber tenido contacto con algún agente infeccioso causante de ITS son altas.
Con indepedencia de lo anterior, hay algunos signos y síntomas que nos deben poner en guardia:
- Lesiones ulceradas en la zona genital. Pueden hacernos sospechar la presencia de sífilis, herpes genital u otras infecciones menos frecuentes.
- Secreciones o flujo vaginal, de color amarillento o blancuzco, que pueden ser malolientes y que podrían corresponder a infecciones por hongos, tricomonas o gonococo.
- Exudados purulentos uretrales, que nos hacen sospechar de una gonorrea.
- Irritación y erosiones en el glande que podrían indicar una infección bacteriana o por hongos.
- Inflamación de los ganglios inguinales acompañados de erosiones en zona genital (a descartar sífilis, granulomas, clamidias, SIDA.
- Fiebre persistente que requiere una inmediata intervención médica y puede deberse a algunas ITS como Hepatitis B, SIDA, e incluso infección por chlamydias, sífilis, etc.
- Coloración amarillenta de la piel y de los ojos, junto a diarreas y dolores abdominales nos pueden hacer sospechar una hepatitis B (altamente contagiosa por vía sexual).
- Lesiones en forma de vesículas, que provocan irritación y dolor, recurrentes y de aparición periódica. Puede suponerse que corresponden a infección crónica por un herpes virus.
- Quejas sobre dolor o ardor al orinar, en la vagina o en la vulva, que puede deberse a una simple infección urinaria, pero que obliga a descartar ITS como vaginitis, herpes, tricomoniasis.
- Quejas de picores con rascado frecuente en la zona pubiana; se puede sospechar una micosis o incluso presencia de parásitos como la ladilla, que es un tipo de piojo que coloniza el vello del pubis.
- Quejas de picor intenso en la piel o mucosa anal o vulvar, con necesidad de rascado; nos puede hacer pensar en distintas parasitosis.
- Verrugas en el glande, prepucio, vulva y zona perianal, a veces con picazón y ardor, cuya presencia nos hace sospechar la presencia de infección por papilomavirus humano.
Estas infecciones, en sus primeros estadios, no muestran signos ni síntomas, y si lo hacen son similares a otras enfermedades menos graves
En general estos signos no son fáciles de detectar y, sin caer en una actitud de vigilancia y sospecha permanente hacia nosotros o nuestra pareja, sí es necesario mantenernos en alerta y desde luego adoptar medidas preventivas, entre las que destacamos:
- Utilizar preservativo. Su uso es imprescindible y a pesar de que está demostrada su eficacia, hay personas, sobre todo varones, que rechazan utilizarlo y logran convencer a algunas mujeres de que son innecesarios.
- Realizar antes y después del contacto sexual, un buen lavado genital con abundante agua y jabón.
- Orinar después del coito porque con la micción se arrastran algunos gérmenes y se produce una limpieza de las vías urinarias.
- No realizar penetraciones vaginales después de una penetración anal.
Sobre el uso del preservativo es necesario tener en cuenta:
- Nunca se debe de usar si el envase ha estado abierto, puesto que se deteriora si se guarda fuera de su envase original o se mantiene en lugares calurosos y húmedos.
- No usarlo si ha estado expuesto a altas temperaturas.
- Si se requiere el uso de algún lubricante, no usar vaselina porque afecta al látex.
- No utilizarlo si se detecta que esta roto, pinchado o ha sobrepasado su fecha de caducidad.
- Desenrollarlo sólo en el momento de colocarlo y hacerlo con el pene en erección, cuidando dejar un espacio pequeño en la punta para que no haya presión seminal sobre el glande en el momento de la eyaculación.
- En su retirada, después de eyacular, se tendrá cuidado de sujetar con los dedos la parte posterior (donde está el anillo) para evitar que se quede en la vagina con el posible derramamiento de semen dentro de ella.
- Desecharlo de forma adecuada después de usado.
Si se usa un lubricante íntimo durante el juego erótico o para evitar irritaciones o erosiones en la pared vaginal o anal que facilitan la entrada de agentes infecciosos, se deben evitar los lubricantes derivados del petróleo (lanolina, vaselina o similares) y sí los indicados para tal fin.
Si se ha realizado actividad sexual con penetración anal no se efectuara con posterioridad vaginal, salvo que se cambie de preservativo. Si éste no se utilizó en la penetración anal, se deberá lavar el pene con agua y jabón para evitar el riesgo de vaginitis por la entrada de gérmenes a la vagina, procedentes del recto (sobre todo Escherichia coli).