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Las infecciones de transmisión sexual (ITS)

La infección por VIH-SIDA

La infección por VIH-SIDA

El Síndrome de Inmunodefi-ciencia Adquirida o SIDA (aids en inglés) es una infección causada por el VIH o virus de la inmunodeficiencia humana (HIV en inglés) que ocasiona la destrucción del sistema inmunitario (encargado de la defensa del organismo). Puede afectar a cualquier persona que no tome las adecuadas medidas preventivas. En la actualidad sigue siendo una infección incurable.

Se denomina SIDA a la fase avanzada de la infección por el VIH, que es cuando aparecen síntomas de la infección. Desde que alguien se infecta con el VIH hasta que manifiesta signos o síntomas de estar enfermo, es decir, de padecer el SIDA, transcurre un tiempo que varía de unas personas a otras, pero que puede llegar a 10 años e incluso más. Es el llamado periodo de incubación, durante el que puede contagiarse a otras personas. Por tal razón, se habla de manera indiferenciada de infección por VIH-SIDA.

Se conocen como "seropositivas" a las personas en las que las pruebas diagnósticas demuestran la infección por el virus. La seropositividad indica que el sujeto ha entrado en contacto con el VIH y está infectado por él, por lo que se considera portador y, por lo tanto, tiene la capacidad de contagiar a otras personas, pero no significa que se padezca el SIDA ni predice la evolución hacia la infección. Cualquier persona seropositiva permanecerá infectada posiblemente de por vida y por ello debe evitar aquellas prácticas que pueden favorecer la transmisión del VIH a otras personas; además, debe seguir las recomendaciones médicas a fin de aminorar el riesgo de que su infección evolucione hacia el SIDA.

El virus

Los orígenes

Los orígenes de este virus son confusos y las hipótesis contradictorias y diversas, pero en los últimos años se van conociendo más detalles.

La revista Nature publicó un estudio en febrero de 1999 en el que se apuntaba que la fuente original del VIH estaría situada en una subespecie de chimpancés que habita al oeste de África ecuatorial. Según dicho estudio, el virus podría haber pasado al hombre cuando los cazadores de chimpancés se expusieron a sangre infectada de ellos.

El VIH no puede vivir de manera independiente, lo hace dentro de una célula y después de invadir los linfocitos puede permanecer larvado o persistir en la infección

Otro estudio publicado en Science en junio de 2000 señala que el paso al ser humano del VIH se habría producido con anterioridad al año 1930 y a partir de entonces comenzó a expandirse. En principio, la expansión habría sido lenta y no se generalizó hasta la década de 1970. La gran eclosión epidémica se produciría en los años 50 y 60, en los que se produjo el crecimiento de las grandes ciudades africanas, el fin del colonialismo y varias guerras, se realizaron programas de vacunación generalizada en el continente negro con la reutilización de agujas y se incrementó de manera masiva el número de viajeros procedentes o con destino en África.

Datos epidemiológicos

Los primeros casos de SIDA son descritos en 1981 entre los homosexuales y en 1983 Luc Montagnier descubre el virus causante. En 1983 se reconoció la epidemia del SIDA también en personas heterosexuales y en 1985 se habían registrado casos en todos los continentes; en este mismo año aparecieron las pruebas para detectar su presencia en la sangre.

En diciembre de 2004 el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA(ONUSIDA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicaban las siguientes cifras globales sobre la infección por VIH-SIDA:

  • Personas que vivían con el VIH/SIDA en el mundo en 2004
    • Total 39,4 millones
    • Hombres adultos 19,6 millones
    • Mujeres adultas 17,6 millones
    • Menores de 15 años 2,2 millones
  • Nuevas infecciones por el VIH en 2004
    • Total 4,9 millones
    • Adultos 4,3 millones
    • Menores de 15 años 640.000
  • Defunciones causadas por el SIDA en 2004
    • Total 3,1 millones
    • Adultos 2,6 millones
    • Menores de 15 años 510.000

En España, a 30 de junio de 2004, el INE (Instituto Nacional de Estadística) informaba de que el total de pacientes con SIDA es 68.788, de los que 55.198 son hombres, 13.590 mujeres y 983 corresponden a casos pediátricos. Según una encuesta realizada por todo el territorio nacional, el 39,2% de la población española se ha hecho en alguna ocasión la prueba del VIH-SIDA, sobre todo del grupo de edad de 30 a 39 años (49% de los hombres y 50,6% de las mujeres).

¿Cómo actúa el VIH sobre el organismo?

El sistema inmunitario es el encargado de defender a nuestro organismo de las agresiones provocadas por los diferentes microorganismos y además evita la proliferación de células malignas causantes de los diversos tipos de cánceres. Este sistema dispone de unas células encargadas de manera específica de la defensa, los glóbulos blancos o linfocitos, de dos tipos distintos: los linfocitos T que atacan directamente a los organismos microscópicos que nos invaden y los linfocitos B encargados de producir anticuerpos (sustancias que bloquean de modo específico la acción de cada microbio patógeno).

El VIH ataca sobre todo a una variedad de los linfocitos T, los T4, que dirigen las operaciones de defensa, paralizando el sistema inmunitario antes de que éste haya tenido la posibilidad de organizar sus defensas. Su destrucción expone al afectado a infecciones y tumores.

La proximidad de una persona seropositiva no entraña ningún riesgo; las situaciones que conllevan riesgo de contagio son las relaciones sexuales sin preservativo, compartir jeringuillas y recibir una transfusión sanguínea no controlada

El VIH no puede vivir de manera independiente, lo hace dentro de una célula y después de invadir los linfocitos T4 puede evolucionar de dos maneras: 1- Permanecer larvado (como dormido), y los linfocitos T4 infectados continúan viviendo con normalidad, es decir, persiste la infección pero sin síntomas. No obstante, las células T4 infectadas pueden transmitirse a otras personas e infectarlas. 2- Volverse activo, reproduciéndose en la célula que acaba explotando y liberando gran número de virus que infectarán otros T4.

Cuando una cantidad importante de células T4 ha sido destruida a consecuencia de la infección por el VIH, el sistema inmunitario se resiente y las defensas se debilitan, lo que hace muy posible la aparición de los síntomas del Sida.

En el año 2002 un equipo de investigadores ingleses y norteamericanos identificó un gen que parecía actuar como un escudo frente al VIH. Según publicaron en la revista Nature se trata de un tipo de resistencia natural al virus que explicaría por qué determinadas personas infectadas no llegan a desarrollar la infección, al menos hasta el momento actual. Esto ha permitido poner en marcha líneas de investigación para sintetizar nuevos medicamentos antirretrovirales.

Formas de transmisión

La infección por VIH-SIDA

Cuando en los años 70 apareció la epidemia de SIDA se desconocía la forma en que se contagiaba y se trasmitía; el miedo condujo al aislamiento y al rechazo social de los enfermos. Si tal conducta siempre es rechazable, con los conocimientos actuales sobre el VIH no tiene justificación porque sabemos que cuidar, apoyar y convivir con una persona infectada no comporta ningún riesgo. Al contrario, puede tener efectos beneficiosos tanto para el afectado como para las personas de su entorno.

Se ha demostrado de forma científica que los contactos habituales de la vida cotidiana no lo transmiten. No es posible, por tanto, el contagio por compartir vasos, cubiertos, servilletas de mesa, intercambiar ropa con personas portadoras, sentarse en su mismo sitio, utilizar un baño común, bañarse en piscinas donde puedan acudir infectados, dormir en la misma cama e incluso besarse o abrazarse con ellos, puesto que no se transmite por el sudor, por las lágrimas ni siquiera a través de insectos.

Las tres formas de transmisión del VIH son:

  • Transmisión sexual:

El virus se encuentra en el semen y en las secreciones vaginales, por lo que se puede trasmitir con el intercambio de estos fluidos durante las relaciones sexuales con personas infectadas por el VIH si no se utilizan preservativos de manera correcta. Las relaciones sexuales con penetración vaginal o anal, ya sean heterosexuales u homosexuales, pueden transmitir el VIH, al igual que los contactos boca-órgano genital, si existen lesiones en alguna de las dos zonas. Cualquier práctica sexual que favorezca las lesiones o las irritaciones incrementa el riesgo de contagio. Las relaciones anales son las más peligrosas por producirse con gran facilidad lesiones debido a que la mucosa anal es más frágil que la vaginal.

El riesgo de infección se relaciona con la frecuencia de relaciones sexuales y con el número de parejas distintas. No obstante, un solo contacto puede ser suficiente para infectarse. El riesgo de transmisión es mayor en el sentido hombre-mujer que en el de mujer-hombre. Además, aumenta el riesgo durante los días de menstruación debido a la mayor facilidad para el contacto con sangre.

Los besos profundos y la masturbación entre los miembros de la pareja no transmiten el VIH, salvo que existan lesiones sangrantes en un portador del virus que puedan ponerse en contacto con lesiones previas del posible receptor.

  • Transmisión sanguínea:

La sangre de una persona infectada es portadora del virus. La infección se puede adquirir con el contacto de la sangre de un afectado con la de una persona sana. Toda persona que pueda haber tenido una conducta de riesgo en los últimos meses debe de abstenerse de donar sangre u órganos.

Los utensilios de cuidado corporal (tijeras, hojas de afeitar, cepillo dental, pinzas, etc.) que pueden haber entrado en contacto con la sangre presentan un riesgo teórico de transmisión del VIH. Si se comparten con un portador tendrán que ser limpiados con una solución desinfectante o esterilizadas por calentamiento.

  • Transmisión materno-filial:

Las mujeres embarazadas infectadas pueden transmitir el virus a su hijo en distintos momentos, mientras el feto está en el útero, en el momento del parto o durante el tiempo de lactancia.

Se recomienda a la mujer infectada no quedarse embarazada. Las posibilidades de que una madre con SIDA contagie a su feto son del 99,9%. No se dice que del 100% porque la naturaleza siempre hace milagros. Si a una mujer infectada se le trata con antirretrovirales en el tercer trimestre del embarazo, se hace más por la salud de la madre que como prevención del feto. Sabidos estos datos, los médicos prefieren decir a las madres infectadas que no tengan hijos, pues es casi seguro que se les condena a tener una infección muy seria y por el momento, incurable. Amamantar al recién nacido es una potencial vía de transmisión, por lo que se desaconseja la lactancia materna cuando la madre es seropositiva. Algunos estudios han demostrado que el tratamiento de las embarazadas seropositivas con fármacos contra el VIH reduce el peligro de transmitir el VIH al feto.

Si una persona ha pasado por una situación de riesgo e inmediatamente después la prueba le da negativa, tiene que volver a realizársela transcurridos 3 meses

En las relaciones familiares, los contactos habituales y cotidianos no transmiten el virus y en las relaciones laborales normales tampoco hay riesgo de transmisión, por lo que no hay razones para excluir a una persona seropositiva de su trabajo. Si mantiene una actitud responsable, es suficiente con tomar medidas de higiene general. Se pueden usar en común las duchas, aseos, vestuarios, comedores, etc. por no suponer riesgo alguno, como tampoco lo es compartir herramientas, material de oficinas, teléfonos, asientos, máquinas, etc.

En definitiva, la proximidad de una persona seropositiva no supone ningún riesgo.

Resumido de manera esquemática, son situaciones que conllevan riesgo de contagio: mantener relaciones sexuales sin preservativo con alguien que no sabemos si está infectado, compartir jeringuillas y recibir una transfusión no debidamente controlada.

Síntomas de la infección por VIH-SIDA

En una primera fase, que como hemos señalado se suele presentar bastante tiempo después del contagio, aparecen síntomas que pueden ser episódicos, alternando con periodos de relativo bienestar. Los síntomas iniciales más frecuentes son: fatiga inexplicable, falta de apetito, cansancio, fiebre persistente durante varias semanas, pérdida de peso, diarrea crónica, herpes, infecciones en la boca y adenopatías (aumento del tamaño de los ganglios), síntomas todos ellos muy comunes también en otras enfermedades.

En una fase más avanzada y debido al deterioro del sistema inmunitario aparecen otras manifestaciones:

  • Infecciones oportunistas: micosis (por hongos), bronquitis aguda, neumonía, tuberculosis, etc.
  • Algunos cánceres: linfomas y sarcoma de Kaposi.
  • Otras: afecciones neurológicas, dermatológicas, adelgazamiento extremo, etc.

Diagnóstico de la infección por VIH

El diagnóstico de certeza de que una persona está infectada se alcanza con las pruebas que detectan la presencia de anticuerpos generados por el organismo contra el VIH para defenderse de él; las que suelen hacerse son los test Elisa, Western blot, etc. Si estas pruebas son positivas hay anticuerpos y, por tanto, el virus está en el organismo.

Después de haberse infectado hay una primera etapa, de unos tres meses de duración, en la que no es posible detectar el virus por las pruebas antes mencionadas, dado que la cantidad de anticuerpos generados es muy pequeña; es el llamado "período ventana". Si una persona ha pasado por una situación de riesgo y la prueba de detección, realizada inmediatamente después, resulta negativa, deberá volver a repetirla en unos tres meses.

¿Cómo saber si se ha infectado con el virus?

Si consideramos que hemos pasado por alguna de las situaciones de riesgo antes comentadas (mantener relaciones sexuales sin preservativo con alguien que no sabemos si está infectado, compartir una jeringuilla, o recibir una transfusión no bien controlada) y deseamos averiguar si estamos infectados o no, se puede acudir al centro de salud, hospitales públicos, medicina privada, etc. para realizar los estudios adecuados. En nuestro país, a todas las mujeres embarazadas, de manera sistemática y con su consentimiento, el Sistema Nacional de Salud les realiza los estudios pertinentes para descartar una infección por el VIH con el fin de adoptar las medidas terapéuticas y preventivas para no sólo tratar a la afectada, sino también evitar la infección en el recién nacido, en el caso de que la prueba demostrase la presencia del virus en la embarazada.

No se deben confundir estas pruebas, que sirven para detectar la presencia del virus, con las determinaciones de la "carga viral", que evalúan la cantidad de virus presente en la sangre y que no se utilizan para el diagnóstico sino para supervisar la respuesta al tratamiento de los pacientes con VIH o SIDA, y para valorar el pronóstico.

La legislación sanitaria obliga a los médicos, enfermeros y en general al personal sanitario y administrativo a guardar la debida confidencialidad sobre el resultado de las pruebas realizadas en relación al VIH. Del mismo modo, se les prohíbe hacer pública cualquier información acerca de que alguien sea portador del VIH o enfermo de SIDA.

Tratamiento

La infección por VIH-SIDA

En sus inicios, la supervivencia de un enfermo con SIDA era muy corta, dada la poca eficacia de los primeros tratamientos. En la actualidad se ha convertido en una infección crónica y los enfermos que la padecen, si bien no se curan, tienen una supervivencia muy larga si reciben el tratamiento adecuado y se realiza un seguimiento riguroso del proceso.

Los fármacos actuales contra el VIH reducen la carga viral hasta un 99% (mil veces menos de virus en la sangre de los que se tenían al comenzar el tratamiento), el virus es frenado y, aunque no se erradica, se detiene su multiplicación y se reduce la destrucción de las células afectadas del sistema inmunitario, con lo que se retrasa la aparición del SIDA si se realiza un diagnóstico precoz, y desde luego se ralentiza todo el proceso agresivo contra el organismo.

Los fármacos antirretrovirales son los específicos contra el VIH y tratan de impedir su reproducción dentro de las células infectadas.

En la reproducción del virus en el interior de la célula juegan un papel esencial varias de sus enzimas. La acción de los fármacos antirretrovirales consiste en dificultar o impedir su acción. Los actuales tratamientos combinan dos o tres fármacos que bloquean varias enzimas e incluso la misma enzima de formas diferentes. Ésta es la llamada Terapia Combinada. Con ella muchos enfermos inician una lenta pero constante recuperación inmunológica que les permite librarse del alto riesgo de sufrir infecciones oportunistas, aunque, por desgracia, aún no se ha logrado erradicar el virus.

Vacuna anti-VIH

Aunque hay avances en el estudio de una vacuna anti-VIH, hasta el momento no se ha alcanzado una que asocie eficacia y seguridad. Un factor que complica la investigación y dificulta su logro son los continuos cambios o mutaciones que el virus experimenta.